martes, 1 de julio de 2014

Prejuicios o simplemente proyección


¿Por qué somos prejuiciosos? ¿Acaso nuestros prejuicios negativos más perversos son meras proyecciones? Las personas en mayor medida son prejuiciosas, en algunos casos positivos (ensalzando al otro) o en otros, negativos (vilipendiando al otro), se puede pensar que los prejuicios se elaboran a partir de lo que vemos (impresiones) especialmente las acciones que emite el otro, o simplemente una imagen de algún sujeto.
Aún en un círculo de “amigos” existen los prejuicios. Por ejemplo, cabe la posibilidad de imaginar una situación sobre la ingente cantidad de prejuicios que puede tener un psicólogo, sin que ello implique que todos lo sean. Se juzga a la niña que tiene relaciones sexuales muy a menudo, o como ellos lo llamarían (los prejuiciosos) la “perra”, aquella niña que ha “tirado” con todos los hombres del “círculo de amigos”, y que en su ausencia, hipócritamente cuestionan su actuar. Al imaginar esta situación hipotética surge la pregunta de ¿no se supone que los psicólogos están para entender al otro, para ponerse en los zapatos del otro, antes que juzgar?.
O esos prejuicios son meras proyecciones negativas que tienen las personas que juzgan a la niña por su forma de proceder con los hombres, porque aunque no lo reconozca el prejuicioso, ese juzgar simboliza la molestia, la ira, la frustración, la rabia de no poder hacer, decir o actuar como lo hace aquella niña. De sentirse encerrado, encadenado y aprisionado  por la norma, por la sociedad o por quien quiera que sea. Como aquel individuo que se encuentra encerrado en un sitio lúgubre, sin luz, sin ventanas ni puertas, un lugar sin salida, donde es casi imposible respirar  y donde se pide a gritos ¡ser libre!. Donde el único medio para sentirse mejor es eso: prejuzgar  y gritar; porque el hacerlo, de algún modo lo hace  sentir mejor, aliviado, sosegado o para decirlo de otro modo, ¡liberado!.

Al encontrarse aprisionado y en la oscuridad, sus ojos se habitúan a ella. El prejuicioso no puede ver, aunque lo intente, por mucho esfuerzo que realice, no logra vislumbrar la luz. No puede ver, porque el prejuicioso se ha encargado de crear aquel entorno, es el propio prejuicioso  quien crea las cadenas y la prisión. Esas mismas cadenas no le permiten al prejuicioso inspeccionar e indagar sobre la veracidad de su afirmación, es decir, de preguntarse si  la palabra “perra” no es más que un intento vacuo que refleja su propia frustración. Frustración que se nota en la forma como lo dice; como una sentencia que no tiene apelación, porque al prejuicioso le da piedra. Piedra de no poder ser como el otro, o posiblemente, que le da piedra  sus fracasos y, que ése fracaso lo descarga en la otra persona, diciéndole “perra” a quien no merece esa etiqueta.

Sin embargo, la limitación de no poder ver, se resuelve gracias a la imaginación porque con ella el prejuicioso puede ver; mira cómo sus ideas fluyen, cómo sus ideas tienen color, y mira cómo cada acción, cada palabra con que se juzga, encaja perfectamente en sus rompecabezas. Al prejuicioso  sólo le gusta y le  interesa mirar  desde su punto de vista, no da espacio a otras ideas, ni siquiera da cabida a la posibilidad de evaluar sus creencias absurdas y, eso hace que las  otras alternativas se ignoren, por ejemplo, el de aceptar que es una proyección negativa.

El prejuicioso se mantiene en una sola posición y los intentos de disgregar sobre su postura no tienen éxito y resultan ser inocuas. Pero tristemente, todo lo que afirma se traduce en una sola cosa: en una proyección negativa; porque lo que dice es simplemente un deseo, un anhelo, un “yo quiero, pero no puedo”, una frustración no reconocida, no dicha. De acuerdo con Lacan el sujeto se encuentra divido por el lenguaje; el sujeto no encuentra la palabra  apropiada que denote o se aproxime siquiera a lo que pretende manifestar ante el otro, sino, que busca otros recursos por medio de su cadena significante tratando de ocultar su deseo más apremiado y, de no reconocer lo que “en realidad es”.

La frustración del prejuicioso se hace notable por la forma en que se expresa, porque el prejuicioso lo dice con ira, de forma agresiva, peyorativa, denigrante, soez  o como se quiera decir. El prejuicios pareciera no saber ( o es ingenuo)  que al prejuzgar proyecta en la otra persona lo que él no puede hacer, lo que el prejuicioso no puede decir, de esta manera deambula por el camino del sólo poder imaginar y pensar, pero solo eso; pensar e imaginar, pero no decir y actuar.

La ventaja que tiene el “juzgado” es que sin importar lo que afirme el prejuicioso, disfruta de las cosas que el prejuicioso no puede (decir y hacer) y no sentirse “atado”. La ventaja estriba en que el “juzgado”  sin sentirse encadenado o preso por la norma,  piensa, imagina, dice, actúa y, por último, disfruta de las mieles de la vida, “el juzgado” disfruta de su existencia sin ataduras, sin limitaciones, es como es, y punto. Por el contrario, el prejuicioso solo se queda a medio camino, es decir, que el prejuicio piensa, imagina, dice…¡pero no actúa! Y eso es lo que lo frustra y lo que proyecta al prejuzgar negativamente al otro con la etiqueta, sin saber que posiblemente al prejuicioso le gustaría vivir la vida que lleva el “juzgado”.

¡Antes de prejuzgar, es mejor conocer!

domingo, 27 de abril de 2014

El lenguaje...un componente tremendamente intrincado.

A veces, uno no se da cuenta de las cosas que dice a la hora de hablar, puede ser con un amigo, un familiar, un vecino, un tendero o cualquier persona de la calle. Hay aspectos del discurso de una persona que se vuelven inconscientes o automáticos, por llamarlo de alguna manera.

Inconscientes porque a veces  solemos hablar como lo hace un "loro"; repetimos las mismas palabras tratando de dar una idea del tema que se esta hablando en determinado momento, en  ocasiones al hacer esto, no se miden las consecuencias de las palabras dichas, es decir, el impacto que puede generar en el interlocutor; el que escucha el discurso.

El lenguaje es una de las tantas cosas maravillosas que posee el ser humano; comunicar un pensamiento por medio de ella. Ésta a su vez permite que  el pensamiento viaje  de un cerebro a otro, utilizando como auxiliar de ese viaje al lenguaje; así como lo hacen los "virus"; la idea se habla, se replica, se refugia en otros cerebros.

El hecho es que a veces con el lenguaje se puede llegar a lastimar a las personas, el lenguaje genera un impacto psicológico muy importante; por ejemplo, como dicen una canción "con la misma palabra que digo mamá, puedo anular tu autoestima" de las pastillas del abuelo; así como puedo emitir o elaborar un discurso para exaltar a otro, también lo puedo hacer para desacreditar u ofender.

Y el otro hecho  relevante, es que la persona termine comiéndose el cuento de lo que le dicen, por ejemplo, funciona perfectamente cuando con vehemencia se desacredita al otro y éste ultimo termina creyendo lo que le dicen. El discurso puede ser despectivo o no. Generalmente las palabras peyorativas dirigidas a otros son los que más afectan; suscitan temor en el otro, inseguridades, ideas sobrevaloradas, etc.

No es adecuado decir las cosas cuando se encuentra en una estado de ira, porque esto agrava el problema. Lo mejor es decir las cosas de la mejor manera posible, percatándose del discurso y del momento en que se habla, para evitar arrepentimientos más adelante y "no meter la pata".